viernes, 25 de enero de 2013

 

Una demanda recurrente

Cada vez que asistimos a la crecida de un río emergen las voces de los habitantes ribereños −alcaldes, agricultores y cualquier persona de la calle− reclamando la “limpieza” del cauce y asegurando, además sin ningún género de duda por su parte, que la inundación está siendo grave “por culpa de que el río no está limpio”.

Esta interpretación popular de los hechos, tan errónea como abrumadoramente unánime, resulta muy llamativa y se manifiesta en ríos grandes y pequeños y en cualquier rincón de la Península. Los medios de comunicación, además, no la ponen en duda, y constituyen un altavoz permanente de esta demanda.

La idea de que “hay que limpiar el río” está, por tanto, profundamente enraizada. Quizás provenga de esa mentalidad ancestral de tantas labores de manejo tradicionales, como eliminar la maleza y mantener “limpios” los bosques para que no se quemen. Quizás sea porque en el pasado los cauces se “limpiaban” con frecuencia y sin contemplaciones, sabiendo que no servía de nada, a modo de “actuación placebo”, pero se hacía para mantener callado y agradecido al personal y para ganar votos. En una encuesta reciente en Francia solo los mayores de 65 años siguen planteando esta medida para luchar contra las inundaciones (“es algo simbólico, la tradición, aunque no sea efectivo”). Quizás sea porque en España aún se sigue haciendo cuando se puede, es decir, cuando se pueden evitar o regatear las normativas ambientales. Así, los gestores públicos se acogen a los procedimientos de emergencia (sinónimo de ausencia de control ambiental) tras cada crecida para meter las máquinas “limpiadoras” en el río. Quizás sea que hay intereses económicos en estas prácticas, dinero público disponible para ello y fuerte presión desde las empresas del sector a los organismos de gestión. Quizás sea también porque es difícil para los afectados convivir con las inundaciones y se aferran al recurso de pedir, que es gratis, y si la “limpieza” se aprueba saben que no les va a costar un euro.

Sea cual sea la causa, no hay crecida en la que no se demande la “limpieza del río”, incluso con mayor intensidad que otras típicas frases recurrentes como “si no fuera por los embalses esto habría sido una catástrofe”, “qué pena, cuánta agua se va a perder en el mar” o “vamos a eludir las trabas ambientales para ayudaros”, pronunciadas sin rubor por políticos y gestores de turno.

El tinglado está montado así. Y, desde luego, las aseveraciones de los científicos contra estas malas prácticas poco o nada se tienen en cuenta.

¿En qué consiste realmente limpiar un río?

Habría que poner siempre “limpiar” entre comillas, porque es una expresión inexacta aunque sea tan tradicional. Realmente limpiar es eliminar lo que está sucio, por lo que en este caso este verbo debería restringirse a eliminar la basura (residuos de procedencia humana) que pueda haber en los ríos.

Pero cuando se pide ”limpiar un río” no se pretende liberarlo de basuras, sino eliminar sedimentos, vegetación viva y madera muerta, es decir, elementos naturales del propio río. Se demanda, en definitiva, agrandar la sección del cauce y reducir su rugosidad para que el agua circule en mayor volumen sin desbordarse y a mayor velocidad. Este es uno de los objetivos de la ingeniería tradicional, por lo que hay abundante teoría y experiencia al respecto, y se basa en una visión del río muy primaria y obsoleta, simplemente como conducto y como enemigo, en absoluto se contempla como el sistema natural diverso y complejo que realmente es.

Técnicamente, por tanto, “limpiar” es intentar aumentar la sección de desagüe y suavizar sus paredes o perímetro mojado, es decir, dragar y arrancar la vegetación. Y para ello se destruye el cauce, porque se modifica su morfología construida por el propio río, se rompe el equilibrio hidromorfológico longitudinal, transversal y vertical, se eliminan sedimentos, que constituyen un elemento clave del ecosistema fluvial, se elimina vegetación viva, que está ejerciendo unas funciones de regulación en el funcionamiento del río, se extrae madera muerta, que también tiene una función fundamental en los procesos geomorfológicos y ecológicos, y se aniquilan muchos seres vivos, directamente o al destruir sus hábitats. En definitiva, el río sufre un daño enorme, denunciable de acuerdo con diferentes directivas europeas y legislación estatal.

Estas prácticas se realizan con maquinaria pesada, sin vigilancia ambiental, sin información pública y sin procedimiento de impacto ambiental. En nuestro país siguen siendo muy generalizadas y constituyen una de las principales causas de deterioro de nuestros valiosos ecosistemas fluviales. Por poner un ejemplo, en 2005 −época de “vacas gordas”−, se “limpiaron”, es decir, se destruyeron salvajemente, 150 km de cauces solo en la pequeña cuenca del río Arba (provincia de Zaragoza), invirtiendo mucho dinero para el que en aquel momento no supieron encontrar un mejor destino. Hoy algunos de esos cauces masacrados no han podido recuperarse todavía, pero otros sí lo han hecho, presentando de nuevo un aspecto afortunadamente bastante natural, por lo que si ahora hubiera dinero podrían ser objeto de una nueva e inútil actuación de “limpieza”.
 

Una acción inútil y contraproducente

Los daños geomorfológicos y ecológicos provocados por las “limpiezas” fluviales son enormes y justifican por sí mismos que estas prácticas deberían estar radicalmente prohibidas. Pero es que, además, son acciones que en nada benefician al medio socioeconómico, a aquéllos que las demandan.

En primer lugar las “limpiezas” son inútiles, ya que en el siguiente episodio de aguas altas o de crecida el río volverá a acumular materiales en las mismas zonas “limpiadas”, recuperando en buena medida una morfología muy próxima a la original. Si se draga el cauce, en las primeras horas de la siguiente crecida sedimentos movilizados rellenarán los huecos. Si solo se piensa a corto plazo, a unos meses vista, sí puede que se haya ganado una poca capacidad de desagüe. Pensemos que en grandes ríos eliminar una capa de gravas de su lecho aumenta mínimamente la sección de la corriente desbordada, es un efecto despreciable. En el río Ebro, si se dragara rebajando 1 metro el fondo del lecho en el cauce menor, para una crecida de 2.000 m3/s y teniendo en cuenta el campo de velocidades, tan solo bajaría el nivel de la corriente unos 8 centímetros en la misma sección dragada. A medio y largo plazo la inversión no habrá valido la pena y si se quiere mantener dicha capacidad de desagüe habrá que seguir “limpiando” una y otra vez. Tras la pequeña crecida de 2010 se dragó el Ebro en varios puntos (126.000 m3) y hoy durante la crecida del Ebro de enero de 2013 se está pidiendo insistentemente que se vuelvan a dragar los mismos puntos. “Limpiar” el río es tirar el dinero, es un despilfarro que no puede admitirse en estos tiempos. Y no cabe ya ninguna duda de que dragar cauces y arreglar las defensas tras cada crecida cuesta más dinero que indemnizar las pérdidas agrarias.
 

En segundo lugar las “limpiezas” son contraproducentes, ya que pueden provocar numerosos efectos secundarios muy negativos. Los solicitantes van cada vez más lejos y llegan a demandar “limpiezas integrales” de ríos enteros para evitar cualquier inundación, dragados profundos del cauce en toda regla. Los efectos, tanto si se ejecutaran estos dragados como si se practicaran “limpiezas” locales repetidas sobre un mismo tramo, serían rápidos e implacables: erosión remontante, incisión o encajamiento del lecho, irregularización de los fondos, descenso del freático (con graves consecuencias sobre la vegetación y sobre el abastecimiento desde pozos), descalzamiento de puentes, escolleras y otras estructuras, muy probables colapsos si el sustrato presenta simas bajo la capa aluvial, etc. En suma, los daños pueden ser mucho más costosos que los bienes que se trataba de defender con la “limpieza”.


La falsa percepción de que el cauce se eleva

En algunos tramos fluviales se demandan “limpiezas” porque consideran que está elevándose el cauce. Generalmente esos procesos de acreción o elevación del lecho por acumulación sedimentaria no son ciertos. Sí pueden crecer en altura algunas barras sedimentarias, que se consolidan con la colonización vegetal. Pero son crecimientos locales que el río compensa en la propia sección transversal, es decir, si crece una barra (adosada a la orilla o en forma de isla) la corriente se hace paso profundizando en el lecho al lado de la barra, con lo que la capacidad de desagüe sigue siendo la misma.

En ríos de llanura los ribereños afirman, para justificar las demandas de “limpieza”, que con crecidas pequeñas cada vez se inundan más campos. Esto no se debe a la supuesta elevación del cauce, sino al hecho, constatado por ejemplo en el curso medio del Ebro, de que se inundan terrenos muy alejados del cauce por la presión del agua desde el freático. Esto es causado por contar con defensas en ambas márgenes que comprimen el flujo y lo inyectan con fuerza a las capas subterráneas, de manera que la crecida se expande antes hacia los laterales bajo el suelo que en superficie. Este proceso es más intenso cuanto más lenta sea la crecida y encontramos aquí uno de los múltiples problemas generados por la regulación. En los grandes ríos se juega ahora tanto con la gestión de los embalses de sus subcuencas que se deforman totalmente las crecidas naturales, de manera que para evitar que coincidan las puntas de cada afluente se termina generando una crecida con la menor punta posible (para evitar daños en poblaciones) pero, en consecuencia, muy larga en el tiempo, tardando varios días en pasar esos caudales, lo cual es mucho más perjudicial para la agricultura. Pues bien, estas crecidas tan lentas recargan los acuíferos aluviales con gran eficacia, generando estas cada vez más frecuentes inundaciones freáticas de amplias extensiones.

Por la misma causa antrópica, en casos puntuales y muy locales, y siempre en tramos regulados y defendidos, el cauce sí puede crecer ligeramente por acumulación de materiales. Se debe a que se ha constreñido el río con las defensas y a que la regulación de caudales impide la correcta movilidad y transporte de los sedimentos. Hay que reflexionar, por tanto: si se quieren mantener los actuales sistemas de defensa con diques longitudinales habrá que aceptar ciertas consecuencias, como que la carga sedimentaria no pueda expandirse en la llanura de inundación y se mantenga dentro del cauce. Y si se quiere tener embalses reguladores, cada vez más y mayores, habrá que aceptar la abundante vegetación que favorecen en los cauces aguas abajo. En suma, si hubiera más crecidas naturales la vegetación crecería menos y los sedimentos se clasificarían mejor, y si retiráramos las motas se distribuirían más los sedimentos lateralmente. Pero la propia invasión humana del espacio del río y el empeño por regular y controlar los caudales han sido las causas de que los cauces estén en permanente ajuste frente a los impactos que sufren y presenten unas características que hoy se consideran negativas cuando llegan los procesos de inundación.

La limpieza la hace el río

Y es que son precisamente las crecidas fluviales los mecanismos que tiene el río para “limpiar” periódicamente su propio cauce. Y el río lo hace bien, mucho mejor que nosotros, tiene centenares de miles de años de experiencia. El sistema fluvial es un sistema de transporte y de regulación. El cauce sirve para transportar agua, sedimentos y seres vivos, y con su propia morfología diseñada por sí mismo, y con la ayuda de la vegetación de ribera, es capaz de auto-regular sus excesos, sus crecidas. Este sistema natural es mucho mejor y más eficiente que el que hemos creado con los embalses y las defensas. Deberíamos intentar imitarlo dando mayor espacio al río y regulándolo menos, dejándole cuantas más crecidas mejor. Todo lo contrario de lo que se está haciendo con la chapuza de las “limpiezas”.

Las crecidas distribuyen y clasifican los sedimentos y ordenan la vegetación, la colocan en bandas. Esto sí que es realmente limpiar, renovar el cauce. También lo limpian de especies invasoras y de poblaciones excesivas de determinadas especies, como las algas que han proliferado en los últimos años en tantos cauces. Cuantas más crecidas disfruten, mejor estarán nuestros ríos.

Sí que podemos ayudar al río en sus labores de limpieza, simplemente retirando basuras del cauce residuo por residuo, manualmente, sin emplear maquinaria, o bien retirar madera muerta de puentes o represas donde haya quedado retenida y pueda incrementar el riesgo, reubicando esa madera en el interior de bosques de ribera para que siga cumpliendo su función en el ecosistema fluvial. Estas sí serían buenas prácticas de limpieza y mantenimiento.


Vamos a ver si por fin se entra en razón, se dejan de demandar “limpiezas”, se piensa un poco más en cómo funciona un río y en qué se puede hacer para gestionarlo mejor, y se buscan soluciones civilizadas frente a las inundaciones, soluciones no de fuerza contra el río, sino de ordenación del territorio, como indica la directiva europea de inundaciones. Hay que mirar más allá del corto plazo, porque inundaciones va a seguir habiendo, las habrá siempre, y las zonas inundables, por definición, se inundan y se inundarán siempre.

Conclusión final

La “limpieza” es una actuación destructiva del cauce que no sirve para reducir los riesgos de inundación y que puede originar graves consecuencias tanto en el medio natural como en los usos humanos del espacio fluvial. Es necesaria una labor continua de concienciación y educación para conseguir que las sociedades ribereñas renuncien a este tipo de acciones y promuevan mecanismos alternativos de gestión y convivencia con el riesgo.


29 comentarios:

  1. Muy interesante la lectura de esta entrada. De hecho lo he rebotado en Facebok y he hecho una entrada en mi blog enlazando a este.
    Muchas gracias por darnos argumentos.

    http://helmanticaornithology.blogspot.com.es/

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  2. Muy interesante. Espero que lo lean detenidamente los del CHE y los agricultores de las zonas inundadas de los tramos bajos del Arga y Aragon en Navarra.
    Saludos camperos!

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  3. Yo también la he rebotado en Facebook y voy a seguir el mismo camino que Miguel Blanco... Con tu permiso!

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  4. Muy interesante. Yo también lo he rebotado en face y con tu permiso he realizado una entrado en mi humilde blog.

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  5. Muchas gracias por vuestros comentarios. Por supuesto que podéis rebotar este artículo donde queráis y enlazarlo en vuestros blogs, os lo agradezco mucho.

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  6. Muchas gracias por dedicar tiempo a explicar estas cosas. El concepto general no es muy distinto del de otra perla de la higiene ambiental: limpiar los montes (y el bucle del manejo).
    /Mario Quevedo

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    1. Tienes toda la razón en cuanto a la "perla" de limpiar los montes. Son ideas arraigadas y similares, y en la "limpieza" de los montes también se daña gravemente el ecosistema.

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    2. No había oído nunca que limpiar los montes fuera malo, ¿podrías explicar algo más o proporcionar algún enlace donde se explique?

      Gracias

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    3. En primer lugar, muchas gracias por el articulo. Me ha encantado leer una opinión coherente con respecto al tema y tan bien explicada. En lo que respecta a los montes, es otro problema difícil de solucionar. Con las labores de "limpieza" se eliminan los arboles jóvenes que forman parte del sotobosque, evitando la renovación del mismo. Otro problema, por lo menos en Andalucía, es que los árboles jóvenes necesitan del sotobosque para sobrevivir durante el verano. Hay arbustos como el lentisco, que les proporcionan la sombra y las condiciones de humedad necesarias para que consigan superar esta estación. Además, hace poco empecé en un grupo de anillamiento científico de aves y es cierto que la inexistencia tanto de matorral como de árboles muertos, propicia que haya un menor número de especies. Hay que pensar que cada elemento tiene su función en un ecosistema y si un animal encuentra refugio en matorral o anida en un árbol muerto, en el momento en que no se den esas condiciones, buscará otro sitio.

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  7. Es lo mas inteligente que leí en mucho tiempo. Gracias Dr Alfredo.

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  8. Mil gracias por enseñarnos a amar un poquito más a los rios.

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  9. Enhorabuena por el post

    Por desgracia la práctica de la "limpieza" es parte del "ADN" de mucha gente, y los "gestores" (=políticos) lo utilizan en su favor sin importarles mucho las consecuencias de sus actos. La mejor forma de gestionar un ecosistema fluvial es comprender como funciona y "tocarlo" lo menos posible.

    Álvaro

    http://ecotoxicologiayecologia.blogspot.com.es/

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  10. Excelente artículo que explica claramente en qué consiste este problema del que no se salva ningún rincón peninsular. Creo que hay que resaltar que no son casos aislados, por lo tanto, sería necesaria una acción conjunta y coordinada para hacer frente a este problema.

    Totalmente de acuerdo con esta sentencia: En definitiva, el río sufre un daño enorme, denunciable de acuerdo con diferentes directivas europeas y legislación estatal.
    Apoyándonos en esta idea denunciamos ante distintas entidades unas actuaciones que afectaron a un tramo protegido (LIC) del Río Genal. Lamentablemente, no tuvo ningún éxito pese a la abundante documentación que aportamos. Véase El cauce del río Genal sufre actuaciones dañinas e inútiles.

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  11. Muy interesante su artículo. Yo que he crecido pegado al río de mi pueblo, el Sil (Ourense), siempre había oído ese mismo razonamiento acerca de la limpieza de los márgenes del río. Le agradezco que haya arrojado luz sobre esa creencia popular tan arraigada.
    Un saludo.

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  12. Hola Alfredo. Yo también lo comparto.
    Saludos desde UK
    Idoia

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  13. Una pregunta, teniendo en cuenta que el caudal del rio Ebro, que es lo propiciado este articulo, esta regulado por las presas y similares, ¿como el rio va a arrastrar correctamente las gravas por su cauce?

    Me explico, en un rio sin ninguna interacción humana, el rio tiene, como explicas, su ciclo natural en los sedimentos se van depositando y distribuyendo de una forma homogenea por el cauce.
    Pero en el Ebro el caudal esta regulado y por lo tanto va a tender a acumular gravas en zonas donde de forma natural no lo haria, lo cual modificara el curso del rio y/o agravara distintos eventos como una crecida.

    Con esto yo no digo que se tenga que dragar el rio, pero, habrá que encontrar una solución para la acumulación de grava que el rio ya no puede arrastrar.

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  14. Me uno a las felicitaciones y al agradecimiento personal por la claridad en la exposición así como en la enumeración de los resultados que puede generar una supuesta "limpieza" del río.,

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  15. Excelente artículo, muy necesario ahora que el cambio climatico anuncia un aumento de las aguas en las próximas décadas. Gracias.

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  16. De perdidos... al río!! A ver que os parece:
    Ahora que está todo inundado, que han habido ya tantas perdidas en agricultura y ganadería, ¿se podría hacer lo siguiente?:
    En vez de dragar y destrozar el ecosistema del río, que además no soluciona el problema de las inundaciones sino que lo agrava, se podría invertir todo ese dinero (con una pequeña parte sería suficiente) en eliminar las actuales motas y barreras artificiales. Desembalsar después agua y provocar una segunda riada, y que sea el propio río el que termine de "limpiarse". Y con suerte en abril-mayo con el deshielo que una tercera permita volver al río a su cauce, para después de todo esto, en verano, replantearse la parcelación, los usos de explotación de la ribera, e incluso la defensa de las poblaciones actuales pero limitándose las motas sólo al núcleo urbano.

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  17. Muy interesante, una pena que solo se quede en un post y los Ayuntamientos y Cabildos no lo pongan en práctica.

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  18. Artículo muy bien escrito y muy sensato. Totalmente de acuerdo por tanto con la NO "limpieza" de los ríos. Sin embargo creo que la NO "limpieza" de los montes, tema que ha salido en los comentarios, que no en el artículo, es a mi modo de ver cuestión algo diferente, y no deberían mezclarse. Me refiero, claro está, a los montes de repoblación, por tanto artificiales, donde los tratamientos selvícolas son totalmente necesarios, al menos hasta naturalizarlos

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  19. Muy interesante, pero quiero recordar que hemos tenido agresiones salvajes con entrada de maquinaria pesada y voladuras estúpidas aplaudidas por los mismos que se quejan de esto. El "Plan de restauración de ríos" es lo mimo pero desde el otro lado.

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  20. Bastante completo y elocuente, aunque echo en falta una somera descripción del funcionamiento de las llanuras aluviales y la laminación de crecidas para concienciar a la administración pública (sobre todo Ayuntamientos) de la importancia de mantener las zonas inundables libres de edificaciones.

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  21. Muchas gracias por tu artículo, voy a compartirlo.Es muy importante desterrar falsos mitos.

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  22. Compartido en mi facebook. Voy a ver como lo añado a mi blog.

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  23. Añadido a mi blog. ¿puedes contactar conmigo?.

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  24. Otra de las realidades que he visto es la del tendido de líneas eléctricas paralelas, o parácticamente encima de los cauces con objeto de no invadir los terrenos de cultivo. El resultado es que para mantenimiento de la línea se talará sistemáticamente cualquier brote de árbol que empiece a crecer debajo, mientras dure la explotación de la línea eléctrica.

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  25. ¿Entiendo entonces que en el caso del Tajo a su paso por Aranjuez, la solucion a la invasión del cauce hasta extremos del 80% en algunas zonas?, solo son las avenidas, naturales o provocadas?, tal como se indica en las páginas 63 en adelante del anexo http://www.magrama.gob.es/es/agua/participacion-publica/Anexo_tecnico_ATS_tcm7-336789.pdf

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  26. Mucho me ha gustado descubrir esto y las respuestas. Invasión del cauce? Este es el caso de un arroyo de montaña en la Sierra Norte d Madrid
    https://picasaweb.google.com/118332890521934605838/KeKorraelAGUA

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