viernes, 9 de agosto de 2013

Tras las sanas crecidas… las chapuzas destructoras

Soy un río cualquiera. He tenido mi crecida, con la que he evacuado lluvias y deshielos, me he limpiado, he distribuido alimentos, he fertilizado, he creado hábitats, he movilizado sedimentos y los he dejado en el mejor sitio, preparados para que la siguiente crecida los siga llevando aguas abajo. La crecida es salud, no puedo vivir sin ella, ni yo ni todos los seres vivos que me acompañan. Esto incluye al Homo sapiens, aunque la mayoría de ellos no lo entiende.

Pero todos los ríos que en los últimos meses hemos tenido esta gran suerte de vivir una crecida estamos sufriendo ahora las típicas chapuzas de los que dicen que tienen competencias sobre nosotros, y aquí estamos con las máquinas dentro del cauce. A mi hermano Ebro que, gracias a sus crecidas del pasado invierno, este verano casi no tiene algas ni mosca negra, le han metido máquinas porque dicen que ha colocado las gravas donde no debiera, y encima resulta que rompió alguna defensa, de esas que tanto molestan estrechando y no dejando que el río se regule él solo con toda su sabiduría de miles y miles de años. A mis hermanos pirenaicos que se desbordaron en junio (y qué culpa tienen de que hayan llenado de edificios sus espacios de inundación) les están haciendo ahora de todo: máquinas arriba y abajo, gravas y bloques que quitan de aquí y recolocan allá, desvíos, ampliaciones de la capacidad de desagüe, en fin, de risa, como si los ríos no supiéramos por dónde tenemos que ir. Y en Castiello de Jaca, donde habían chapuceado hace unos meses, esta nueva crecida aunque más pequeña se filtró y encharcó las casas y casi vuelve por donde debiera. Me cuentan que todas estas chapuzas están gustando mucho a residentes y veraneantes, que comentan “ya era hora de que lo limpiaran”, “mira, mira, pues con esto se está generando empleo”. Claro, es muy visual, lo cual encanta también a los políticos. Qué le vamos a hacer,  los humanos de estas tierras saben muy poco de lo que es un río y están encantados con todo este chapuceo, aunque se financie con el dinero de todos. Creo que en Francia pasa menos, allí en los mismos días de junio se desbordaron también los ríos pirenaicos, incluso quedaron varias carreteras cortadas que aún no han podido reparar, están en ello y tienen para meses. Pero allí el dinero público ha ido a arreglar las carreteras y no a meter máquinas en el cauce para chapucear.
En fin, vamos a disfrutar ahora de los estiajes (son mis vacaciones, trabajo menos, aunque estoy de guardia por si tengo que evacuar alguna tormenta) y a esperar a la siguiente crecida que nos volverá a dar vida y al siguiente chapuceo posterior, porque estos no cambian.

Termino con un aviso a los investigadores en geomorfología fluvial del futuro (si quedan ríos dentro de 200 años y si quedan geomorfólogos fluviales): no os volváis locos analizando los depósitos de sedimentos, veréis que hay huellas de crecida junto con restos raros de materiales removidos colocados en sitios extraños, no fue el río el que lo hizo sino los chapuceros que vinieron con las máquinas unos días después de la crecida; observad que encima hay una nueva capa que muestra que el río dejó cada cosa en su sitio, hasta que volvieron de nuevo estos chapuceros; y además de estudiar los registros sedimentarios leed blogs como este, que intentaban contar lo mal que se trataban los ríos por los humanos a comienzos del siglo XXI.

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